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Primer Capítulo de LOS LIBROS DE ELEDAN: ENROQUE

1.- Un día cualquiera

 

                La luz del verano se hacía hueco por entre las ramas de los árboles del bosque del pequeño pueblo de Galston, los pequeños Sam y Seth Smith caminaban despreocupados junto a su padre, los pájaros cantaban alegres, pero el calor era casi abrasador, el mediodía de ese 20 de Junio era tremendo.

 

               Por la tarde, los niños corrieron como locos hacia un pequeño arroyo que corría por entre los desniveles del bosque, se bañaron y jugaron hasta que se hartaron, mientras su padre John, les observaba atentamente y hablaba por su teléfono móvil con su esposa, Rose.

 

                Al colgar, John llamó a sus hijos, que llegaron empapados a donde estaba su padre.

 

                -Mis queridos compañeros.- Dijo John, emulando a un general del Séptimo de Caballería, con su pipa en la mano y sacando toda la barriga que podía, percibiendo las carcajadas de los niños.- Nos encontramos ante un grave dilema.- Más risas infantiles.- Podemos volver a casa y cenar con vuestra madre, o podemos cenar aquí y dormir en aquella cueva.- Dijo levantando uno de sus gruesos dedos.

 

                -¡A la cueva!- Gritaron los niños a coro.

 

                -Bien, pues entonces adelante.-

 

                Se adentraron un poco y encendieron una generosa hoguera, que pronto llenó de luz el habitáculo.

 

                Al poco, John percibió que gozaba de cierta profundidad y decidió explorarla un poco.

 

                -Voy a explorar un poco, así se me abrirá más el apetito. Vosotros quedaos aquí y vigilad el fuego que no se extinga.-

 

                John desapareció en la oscuridad ante la atenta mirada de los dos niños que se quedaron sentados a los lados de la hoguera, Sam con un palo avivaba las llamas.

 

                Pasaron más de dos horas antes de que Sam empezara a notar que algo no iba bien. No dejaba de mirar al fondo de la cueva y cada vez estaba más preocupado.

 

                -¿Qué te ocurre Sam?- Le preguntó Seth.

 

                -Nada, solo quiero que papá llegue pronto. Oye, ¿por qué no vamos a buscarlo y así le damos una sorpresa?-

 

                -Pero papá dijo que nos quedáramos vigilando el fuego.-

 

                -Ya, pero si le ponemos un leño más, no creo que se apague.-

 

                -Bien.-

 

                Los dos niños se levantaron y se adentraron en la cueva. Tenían bastante frío y las linternas alumbraban muy poco. Pronto llegaron a un extraño resplandor que brillaba con una luz entre azul y violeta.

 

                -Parece que es el reflejo del fuego, pero estamos muy lejos de la hoguera como para que se refleje.- Dijo Sam.- ¿Dónde estará papá?-

 

                De repente, cuatro manos salieron del resplandor y llevaron a los niños hacia el otro lado del brillo.

 

                En la comisaría, Stan acababa de entrar en el despacho de su jefe.

 

                -Comisaría de policía de Galston. ¿Sí?-

 

                -¿Bradley?-

 

                -No, soy Stan, Bradley ha salido a patrullar.-

 

                -Soy Rose Smith.-

 

                -Dígame, Sra. Smith. ¿Otra vez John borracho o alguna travesura de Sam y Seth?-

 

                -No, esta vez es más grave.-

 

                Entonces Stan se sentó en la silla del despacho y quitó el manos libres del teléfono, cogió el auricular y habló en voz baja.

 

                -¿Qué ocurre?-

 

                -Se fueron los tres de excursión al bosque hace dos días, y aún no sé nada de ellos, tendrían que haber llegado ayer por la mañana como muy tarde, pero John tiene el teléfono desconectado.-

 

                -No se preocupe, iremos a buscarlos.-

 

                -Gracias.-

 

                Tras colgar el teléfono, Stan se quedó pensando en aquel bosque. De niño, había oído historias de desapariciones en aquel lugar. No se podía decir que creyera en ellas, pero no estaba de más ser precavidos.

 

                Salió a la sala común, donde varios compañeros realizaban sus labores diarias. Se dirigió a los dos amigos con los que siempre hacía patrulla.

 

                -Bruce, Evan, nos vamos. John Smith se ha perdido en el bosque.-

 

                Los tres compañeros se acercaron hasta el linde de la arboleda y se internaron en él. Evan iba a menudo de cacería, por lo que no le costaba demasiado encontrar el rastro de los dos pequeños y su padre. Cada vez se iban internando más, llamando a los chicos a gritos, pero no obtenían respuesta alguna.

 

                Cuando casi llegaba la hora de almorzar, a punto de abandonar la búsqueda para traer más efectivos, Evan les llamó la atención sobre una cueva que acababa de ver. Al entrar, vieron los restos de la hoguera que los excursionistas habían encendido la noche anterior.

 

                -Has dado en el clavo.- Dijo Stan. Se arrodilló y acercó la mano a las ascuas.- Se apagaron hacen poco, probablemente pasaron aquí la noche y luego la dejaron apagarse sola.-

 

                -Imprudentes.- Dijo Bruce.- Podrían haber provocado un incendio.-

 

                -El interior de la cueva está limpio de hojas, sería muy difícil que incendiaran nada. Aquí hay una cuerda.- Dijo Evan, que se había internado unos metros.

 

                -¿Crees que seguirán ahí dentro?- Dijo Bruce.

 

                -No lo sé.- Dijo Stan.- Es probable. Seguiremos la cuerda a ver dónde nos lleva.-

 

                Evan sujetó la cuerda y comenzaron a caminar en el interior de aquella cueva. Había un viento tenue que achacaban a alguna corriente que se mezclaba con la que venía de la boca de la caverna. Minutos después, esa brisa había crecido bastante más de lo que pensaban, y Stan pudo notar cierto brillo que venía del fondo.

 

                Pensando que podía ser otra salida, continuaron adentrándose en la caverna hasta que llegaron a una sala vacía.

 

                -¿De dónde viene este viento?- Dijo Bruce sujetándose el moreno flequillo.

 

                -¿Y de dónde este brillo?- Dijo Stan, que se acercó a una roca de la que provenía el brillo. De pronto, el viento se transformó prácticamente en un huracán. Apenas podían dar un paso. El viento los arrastraba irremediablemente a los tres hacia aquella roca que Stan había estado observando.

 

                Cuando sus pies se despegaron del suelo, Stan cerró los ojos, viendo cómo se precipitaba a la roca, y pensando que se estrellaría contra ella.

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