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Primer Capítulo de SOMBRAS EN LA OSCURIDAD

Una extraña sensación en la cara, despertó a Lorena de una noche sin sueños. Abrió los ojos trabajosamente y se dio cuenta de que el sol entraba por la ventana y le calentaba la cara.  
 
El comprador 
 
Se incorporó en la cama y observó que había estado durmiendo en el colchón y que estaba desnuda, los informativos de la noche anterior habían dicho que esa iba a ser una de las noches más calurosas de los últimos diez años, y por cierto que lo fue. 
 
Se levantó poco a poco y se puso el camisón, luego caminó hasta el espejo y se miró en él, observando muy profundamente a sus ojos, como esperando que algo ocurriera del otro lado. Sin embargo, y como todos los días, nada ocurrió. 
 
Se lavó un poco las manos y la cara. El agua fría le tonificó los músculos y la terminó de despertar, el calor seguía siendo la tónica dominante, puso la radio y, mientras arreglaba la cama, escuchó que varios indigentes habían muerto ayer por la tarde a causa del calor. Luego, bajó a desayunar.  
 
Como siempre, el café frío del día anterior le sabía a aguado, no comía nada durante el desayuno. 
 
Cuando terminó, subió de nuevo a la habitación y se dio una ducha.  
 
Utilizó solo agua fría, y aún le parecía que estaba caliente, el calor era de veras sofocante, salió de la ducha, se envolvió en una toalla, ya estaba sudando de nuevo, se puso la ropa que había sido habitual en los últimos días: pantalones vaqueros ajustados, camiseta muy ajustada, y zapatillas de deporte. 
 
 Cuando encendió el móvil, recibió un mensaje para que consultara su contestador, al escucharlo, reconoció la voz de su compañero de trabajo. 
 
 -Lorena.- Decía.- Soy Alfredo. Si tuvieras teléfono fijo, habrías escuchado el timbre y habríamos podido hablar, te llamaré más tarde, pero no te pongas demasiado cómoda, tendrás que salir.- 
 
 Guardó su móvil en el bolsillo, y mientras bajaba las escaleras, éste volvió a sonar. 
 
 -¿Sí?- 
 
 -Al fin te localizo.- La voz era de Alfredo.- ¿Se puede saber qué estás haciendo?- 
 
 -Alfredo. Es domingo, no trabajo. Me he levantado hará una media hora. ¿Se puede saber qué quieres?- 
 
 -¿Es que ya no recuerdas que hoy era el único día que tenías para enseñar la mansión de las afueras?- 
 
 -Dios, es verdad. ¿A que hora viene el comprador?- 
 
 -Estará allí esta tarde. Debes pasarte por la oficina para recoger las llaves. Deberías estar ya en la oficina.- 
 
 -Hace un calor de mil demonios, me he quedado dormida, me daré prisa, dame media hora y llegaré a la oficina.- 
 
 -Tienes quince minutos.- Y colgó. 
 
 -Si no fuera por que en general es un buen tipo, ya lo habría mandado bastante lejos.- 
 
 Bajó al vestíbulo, cogió las llaves de su coche,  y se fue a toda prisa a la oficina. Tardó algo más de quince minutos en llegar, pero Alfredo no le dijo nada. 
 
 Entró en su despacho y lo vio haciendo flexiones, llevaba solo unos vaqueros puestos, su camiseta negra, estaba en su sillón. 
 
 -¿No hace demasiado calor para hacer deporte?- Preguntó Lorena entrando. 
 
 -Sí, pero si no hago deporte un día, pierdo la costumbre.- Dijo Alfredo levantándose. 
 
 Se sentó en su sillón secándose con una toalla, abrió un cajón de su mesa, y le lanzó unas llaves. 
 
 -No entiendo porque un tipo quiere comprar la mansión de las afueras.- Dijo ella mirando las llaves.- Está en ruinas, y ni siquiera los vigilantes se atreven a entrar en la casa por la noche, dicen que está encantada.- 
 
  -Dicen.- Dijo Alfredo poniéndose la camiseta.- Pero eso de los encantamientos, son idioteces, no existen los fantasmas.- 
 
 -Quizá, pero me resulta extraño que ni los K-9 quieran entrar, y se vuelvan locos al pisar el terreno, hasta el punto de tener que sacrificarlos.- 
 
 -Vete tú a saber, los perros son muy raros, puede que tuvieran miedo a esa casa por cualquier motivo, pero te aseguro que no porque esté encantada.- 
 
 -El caso es que esa casa no es normal, y me siento tranquila sabiendo que esta tarde entraré por última vez en ella. Espero que hayas puesto la cláusula que te dije en el contrato.- 
 
 -¿Esa de “No nos hacemos responsables de posibles encantamientos que haya en la casa”? Es una tontería, pero tu insistencia me obligó a ponerla.- 
 
 -¿Está firmado el contrato?- 
 
 -Sí.- Alfredo buscó entre unos papeles y tiró de uno, dándoselo a Lorena. 
 
 -No está firmado.- Dijo ella mirándolo. 
 
 -Casi. En cuanto enseñes la casa, el tipo firmará, llévatelo, y un bolígrafo, solo con ver el exterior, querrá comprarla.- 
 
 -Espero que no tenga que entrar.- 
 
 -Tendrás que entrar, y tendrás que enseñarle la casa completa, no creo que compre una fachada, y si le enseñas el interior, quizá pague más.- 
 
 -Esa casa está encantada, deberían derribarla y no construir más.- 
 
 -Te pago para que enseñes casas y las vendas, no para que hagas de espiritista barata, y me ahuyentes las ventas.- Alfredo se levantó y, extendiendo su mano derecha, le mostró a Lorena la puerta de su despacho. 
 
 -No me hago responsable si algo sale mal.- Dijo dándose la vuelta y yéndose ofuscada. 
 
 Abrió la puerta de su coche y lanzó el contrato al asiento del acompañante, junto a las llaves. Se sentó en el asiento del conductor y respiró profundamente. 
 
 Desde pequeña, le había tenido miedo a esa casa, sobre todo desde que le contaron las últimas historias sobre los ruidos que de ella venían. 
 
 Cogió el contrato, estaba protegido por una carpeta de cartón verde pálido. Lo abrió, la primera hoja tenía los datos de la casa, extensión, número de habitaciones, y otros datos. Cogida con un clip a esa hoja, había una foto del frontal de la casa, era una especie de mansión de color marrón, pues la madera no se había pintado. Volvió a dejar el contrato en el asiento del acompañante, y marchó a la casa. 
 
 La mansión, estaba a una media hora al norte de Madrid, internada en la sierra, el acceso era fácil, pero encontrar el sendero no lo era tanto. 
 
 Cuando Lorena llegó, la cancela estaba cerrada. Lorena paró el coche en la puerta y esperó apoyada en el mismo. 
 
 No transcurrió más de media hora, cuando escuchó un sonido que venía del sendero, parecía el de un motor, de pronto, un deportivo negro de cristales humados, entró en el terreno y derrapó justo al lado del coche de Lorena, frenando bruscamente, y dejando el coche aparcado tras el suyo. La polvareda que levantó, llegó hasta las puertas de la casa, cuando se disipó, la joven agitaba los brazos tratando de quitarse la arena de la cara, y tosiendo. 
 
 Un joven salió del coche, vestía unos vaqueros azules, unos mocasines negros, una camisa que parecía recién planchada, y un jersey colocado con cuidado sobre sus hombros, llevaba un caro reloj en la siniestra, y un móvil de última generación en la diestra. Llevaba también puestas, unas gafas de sol de marca, tan caras, que la chica pensó que tendría que vender varias casas como esa para poder permitírselas. 
 
 El joven era rubio, de piel morena y musculosa, algo más alto que ella, cuando se quitó las gafas de sol, descubrió unos ojos verde claro que miraban con admiración la casa. 
 
 -¿Es usted el comprador?- Dijo, recelosa del niño rico que tenía enfrente. 

 -¿Eres tú la vendedora? ¿O sólo una sirvienta del hogar?- Dijo el joven sin quitar la vista de la casa. 
 
 -Soy Lorena, y me han dicho que le enseñe la casa. ¿Desea entrar?- 
 
 -Por supuesto.- Dijo el joven, miró a la chica y la recorrió con la vista de arriba abajo, descubriendo el buen tipo del que gozaba.- Vaya.- Dijo con una sonrisa.- No estás nada mal.- 
 
 Ella puso cara de asco y se dio la vuelta, dirigiéndose hasta la puerta. 
 
 -Sígame.- Dijo. 
 
 -Por supuesto.- Dijo el joven, adelantó a Lorena y le palmeó el trasero ante su asombro. 
 
 El joven golpeó con ambas manos las puertas de la casa y éstas, cayeron al suelo estrepitosamente, levantando una gran polvareda, casi más grande que la que provocó el deportivo. 
 
 -Por cierto.- Dijo el joven.- Mi nombre es Emilio Estávez.- 
 
 -¿Emilio Estávez? Es imposible que sea usted.- Dijo mirando al joven como si mintiera. 
 
 -Soy Emilio Estávez hijo. Creo que te confundes con mi padre.- 
 
 -¿Eres entonces el hijo de Emilio Estávez el empresario?- 
 
 -El mismo. Mi padre es el dueño de la mayor empresa del sector servicios del mundo, y accionista en varias empresas del sector secundario, además de accionista menor en algunas empresas del sector primario.- 
 
 -Ya, es decir, que estoy hablando con el heredero de la mayor fortuna de la historia.- 
 
 -Exacto, quería comprar esta casa, porque me parece perfecta para mis fiestas con mis amigos.- 
 
 -¿Perfecta? ¿Sabe usted que esta casa está encantada?- 
 
 -No existen los fantasmas. ¿Cree que abriré un armario y saldrá el hombre del saco?- 
 
 -Veamos la casa si no le importa.-

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